Gracias a los duros y difíciles acontecimientos que a través de los años ha tenido que vivir Gustavo, o “tavo” como le dicen sus amigos y familiares, ha llegado hasta Monterrey para estudiar en la Facultad de Ciencias Políticas de la UANL.
Nacido en Cancún, Quintana Roo un 4 de diciembre de 1989, crece en una familia integrada por sus papás Juan y Rebeca, y su hermano mayor Abraham quienes son de Tabasco.
Llevó una infancia tranquila y normal como cualquier otro niño. A excepción de vivir en carne propia los desastres del huracán Vilma, pero esa es otra historia. Hasta que llegó un momento crucial en su vida.
“A los 14 años tuve que tomar la decisión más difícil. Ese día estaba con mi hermano en la sala y entraron mis papás para decirnos que se separarían y teníamos que decidir con quién nos iríamos a vivir. Obviamente mi hermano se fue con mi papá, yo en cambio me fui con la mujer que es considerada en la familia como una rebelde, mi madre.”
Así pasaron los años cuando el destino volvió a cambiar rotundamente las cosas para tavo, cuando tenía 17 años.
Tenía un amigo que estaba metido en problemas con una banda del rumbo y siempre tenían que buscar otro camino de la escuela a la casa para evitarlos. Él como buen amigo y por no dejarlo sólo, lo acompañó a enfrentarles pues estaban cansados de huir.
Fue pateado y golpeado con un bate en las costillas y el estómago, le golpearon la cara también. A su amigo lo habían dejado peor. Aún así ambos sobrevivieron.
Él sólo recuerda haberse puesto de pie y subirse a un camión para irse a casa. Llegó y se metió a bañar y vio una considerable cantidad de sangre escurrir por su cuerpo. Sentía un dolor intenso en todo su organismo, le palpitaba la cabeza y apenas podía ver. Tenía la cara demasiado hinchada y grandes moretones en todo el cuerpo.
Se encerró en su cuarto, no quería que su mamá se enterara, pero su hermano le hiso abrir la puerta y ambos entraron. Al verlo inmediatamente le dijeron que tenían que llevarlo al hospital, pero él renegaba. Hasta que de pronto sintió que perdía el aire y al no poder respirar más, apenas pudo decir: “Abraham, llama a una ambulancia”.
“No huí cuando debí hacerlo y pagué muy caro mi decisión. Estuve unas semanas en el hospital y me había mencionado el doctor que estuve a punto de morir.”
Así este hecho le hace ver la vida como algo valioso y aprovechar cada día al máximo, como si fuera el último. No enojarse ni guardar rencor, siempre reír, hacer locuras, nunca perder la oportunidad de hacer o vivir algo nuevo.
“Cuando estuve en el hospital por las noches compartí con mi enfermera, que era una pasante de medicina, los primeros libros que leí. Los cuales luego se volvieron docenas, varios fueron nuestros preferidos, entre ellos los de Julio Verne.”
Entonces salió del hospital, pero aún así mantuvo contacto con ella. Fueron días, semanas y meses de lectura total desde entonces. No salía de casa, ni salía con amigos ni a fiestas. Dejó de estar interesado en ello.
Y vuelve entonces a ocurrir un suceso que marca de manera trascendente su vida.
“Un día llegando de la escuela encontré una carta bajo mi puerta. La comencé a leer y era una despedida.”
La enfermera, quien se había convertido en su mejor amiga y con quien hablaba diario por teléfono, con quien compartía gustos por los libros y quien le adentró al mundo de la lectura, se había marchado a estudiar su maestría a Cuba. Y su única despedida fue una postal.
Había causado gran impacto en su vida y llegado a formar parte importante de ella. Se molestó demasiado, rompió la postal y se puso a pensar.
“Estuve mucho tiempo pensando sobre lo que hacía de mi vida. Llegaba por las noches a la playa, después de dejar a mi mamá en el trabajo, el mar Caribe me ayudó a tomar mi decisión. Necesitaba salir de Cancún, comenzar a conocer, y ya me sentía mentalmente preparado. Al día siguiente renuncié al trabajo y me salí de la prepa. La decisión fue la correcta.”
Dejó su casa y se fue a vivir a Tabasco con unos familiares, y de ahí fue partida a sus viajes. Conoce la mayor parte del sur y centro de México y ahora espera conocer más del norte.
Él no quería quedarse en Cancún, así que no pretendía presentar ahí, pero unos amigos lo convencieron y fue a presentar para la carrera de Administración de Empresas. Fue también con otros amigos a la UNAM que le pareció una excelente Universidad pero creyó que sería imposible entrar ahí así que ni lo intentó y regresó a Cancún. Su mamá le dijo que tenía la opción de Monterrey donde habían estudiado unos primos y sabían que era buena Universidad, uno de ellos vivía allá así que podría recibirlo. Así que fue a presentar a Monterrey.
Era un día en la mañana cuando vio sus resultados en internet. Ese día, visitó a su padre en el trabajo y le dijo que había sido aceptado en Monterrey. “Él me abrazó y se puso a llorar y me dijo que siempre supo que nunca me quedaría ahí y me dijo que lo perdonara porque yo fui mi propio papá y cuidé de mi mamá como él no pudo.”
Entonces fue a ver a su madre. “Fui primero con mi papá porque cuando pasó yo andaba con mi hermano y él me dijo que le avisara primero a él”. Así llega con su mamá y le dice que se irá. Ella se portó de manera más fuerte que su papá, puesto que a ella le fue más difícil dejarlo ir.
“Ya era de noche. Me metí a bañar y me puse a llorar, tenía años que no soltaba ninguna lágrima. Lo hice ahí porque cuando estaba chico yo me metía a llorar al baño para que no me viera mi mamá, porque no quería que se sintiera mal.”
Preparó junto a su madre las maletas y a pesar de que él deseaba regresar, ella le decía que no volvería, y si lo hacía no lo reconocería. Llegó entonces el papá a la casa con el boleto en la mano. “Yo le había pedido que comprara el boleto para el día siguiente en la mañana lo más temprano para que no fuera tan difícil para mi mamá.”
Ya en el camino hacia al aeropuerto venían en el carro su mamá, su papá, su hermano, una amiga y su mejor amigo. Su mamá no habló en todo el camino y tavo estaba seguro de que algo quería decirle pero no sabía cómo o no podía.
Entró a la sala de espera, su mamá se acercó por fin y lloró mucho. Igual hicieron su hermano y sus amigos. “Yo no encontraba la razón de tanta lágrima pero me he dado cuenta como pueden ser duras esas despedidas.”
Subió al avión y pensó que a diferencia de otras ocasiones donde se iba y regresaba en un par de meses, esta vez no habría vuelta atrás. Así emprendió viaje una vez más, ahora más lejos de lo que él esperaba. Era un gran reto.
Llegó al aeropuerto, le habló su primo y le dijo que ya estaba en camino. “Cuando llegué era tarde-noche todo era rápido. En lo que llegaban por mí, me senté en la entrada del aeropuerto sobre mis maletas cuando vi una tiendita donde vendían postales, compro una y me puse a escribir. Me imaginé que venía a estudiar y me regresaba, luego me iría al DF a estudiar una maestría.
Cuando llegó a Monterrey era 15 de diciembre de 2005. Compró una postal con la fotografía del Cerro de la Silla y escribió en ella lo siguiente:
“No sé si haber venido fuera la decisión correcta, siento como si el lugar me estuviera corriendo, no estoy frustrado ni desilusionado, pero sólo han pasado unos días y ya la extraño. Y como siempre, cuando llegué al aeropuerto estaba lloviendo, de lo peor. La gente es diferente ¡o tal vez lo seré yo! No estoy hecho para darme la vuelta e irme, así que me quedaré aquí, le guste al destino o no.”
Ahora me encuentro con él en su departamento. El lugar es pequeño, tiene tres cuartos, dos baños; un pequeño espacio frente a la entrada para el sillón, una mesa, el fregadero y la estufa. Viven en él 5 foráneos. Dos estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y otros tres de Facultad de Ciencias Políticas. Tres de ellos son de Coahuila, uno de Michoacán y tavo de Quintana Roo. Quien me muestra fotografías de sus viajes, postales de los lugares donde ha estado y cartas de su madre que añora su hijo vuelva pronto a casa.
Tavo comenta que para él no es tan fácil volver a su casa como a sus amigos de Coahuila que están cerca y no pagan más de 1,000 pesos de viaje redondo. Él tiene que pagar avión y son aproximadamente 10,000 vuelvo redondo. Así que tiene que permanecer aquí todo el año y hacer un esfuerzo por regresar a casa para Navidad.
Actualmente tavo está a punto de terminar su tercer semestre, tiene muchos amigos y es un gran líder entre sus compañeros. Espera cumplir sus metas, y volver pronto a casa.