sábado, 18 de septiembre de 2010

BAILAR: LA CLAVE PARA UNA VEJEZ LLENA DE VITALIDAD

Todos los domingos en la plaza principal de San Pedro Garza García bajo el palacio municipal, se organiza un baile con entrada libre para todo aquel que lo desee. Comienza a las 18hrs y termina a las 21hrs.
A este asisten mayormente personas de la tercera edad. Es dirigido por José Manuel Aréchiga Contreras de 68 años, músico y ex regidor del municipio. Y en verdad tendría usted que presenciarlo para creerlo y sorprenderse tanto como yo de lo que se ve ahí.
Van llegando poco a poco personas, paso a pasito como viejitos. Pero en la pista parece que el reloj gira en lado contrario rápidamente y se vuelven jóvenes y bailan sin parar las cinco horas que dura “el baile dominguero”.
Se puede apreciar de todo ahí. En verdad que es entretenido observarlos y pensar quienes fueron de jóvenes.
La pareja elegante que viene bien vestido para el baile de salón y bailan incluso con porte. Otra pareja que parecen ser los típicos abuelitos tiernos y lindos que han vivido toda una vida juntos y se siguen amando. Los solteros, viudos o divorciados que encuentran a su pareja de baile ahí, y a veces, se convierte en la pareja del resto de su vida. La pareja de ciegos que no necesitan ver, sólo sentir vibrar la música para dejarse llevar y bailar. Todos siempre los ayudan para que no se salgan de la pista.
Están también las mujeres que parecen en su juventud fueron muy guapas y coquetas, y los siguen siendo de viejas vistiendo extravagantes piezas de vivos colores y tacones altos.
Están los que sólo van a ver a sus amigos, a platicar y si tienen suerte, encuentren con quien bailar.
Los “loquitos del barrio” que siempre son bienvenidos y aceptados por todos y se divierten toda la tarde bailando sin pensar en que dirán los demás.
Todos bailan a su modo y a su ritmo. Unos saltan, otros se deslizan, otros intentan encontrar el ritmo, otros parecen expertos de baile. Cada quien a su manera lo hace sin importar en que dirán, sólo se divierten y bailan sin cesar.
Todos ahí se conocen, ya todos son amigos y no se pierden un domingo para ir y mantener el cuerpo activo, el corazón vivo, y seguir conviviendo con los demás.
José Manuel es muy querido por todos y claro que tiene ahí también sus amistades, pues son de hecho los bailes lo que según él dice, le da vida y que le mantiene con ganas de seguir viviendo. Esos bailes lo son todo para él. Ahí hace lo que le gusta, convive con otras personas de su edad, hace amigos, hace feliz a los demás, canta y toca de vez en cuando también.
Estas personas son un gran ejemplo para los jóvenes. Al menos yo espero verme así en un futuro con esa energía y vitalidad bailando sin cesar, brincando, riendo, platicando, conviviendo. Manteniendo al cerebro y el cuerpo activo y así vivir al máximo cada uno de nuestros días.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

INOCENCIA DE LA CALLE

Voy en el carro con mi papá que me lleva al trabajo y al detenernos en un semáforo un niño se nos acerca. Su camiseta blanca está agujerada en las mangas y los pantalones, que alguna vez fueron verdes, casi alcanzan un tono gris. Tendrá unos ocho o nueve años. Tez morena clara, ojos grandes y obscuros, delgado. Comienza a jugar con un juguete, que es como un silbato, frente a la ventana de mi papá. Hace ruidos graciosos y nos sonríe y mi papá le pregunta que hace y el sólo contesta levantando los hombros como diciendo: “no sé.” Y entonces dice: “jugando con esto.” Parece no saber pedir dinero ni saber lo que hace ahí, pero me da ternura verlo divertirse con su juguete y sonreír.
Mi papá dice ya haberlo visto antes sobre la misma avenida, iba con mi mamá quien le regaló unas semillas de calabaza saladas.
Sólo unos días después como a las diez de la noche fui con un par de amigos a cenar una pizza después de nuestra última clase para celebrar que el semestre había terminado y habíamos concluido con buenas calificaciones.
Estábamos cenando en las mesas de afuera cuando se acerca un niño y nos dice algo así como: “estoy pidiendo dinero para la operación de mi hermanita.” Lleva una bolsa de paletas de bob esponja en la mano y yo saco mi cartera y saco unas monedas sin ver y se las doy. Él me da dos paletas.
Sigo platicando con mis amigos y él se queda contando el dinero, entonces me dice:
- ¿te di dos paletas verdad?
- Sí.
- Entonces te falta, porque cuestan siete pesos cada una.
- ¡Pero no me dijiste que las estabas vendiendo! Tú me pediste dinero nunca me dijiste ni cuanto costaban y solo me diste las dos paletas.
(Se sonríe y no dice nada)
- Ok. Dime cuánto me falta.
- Mmmm (se queda contándolo una y otra vez pero no logra hacer cuentas).
En eso me doy cuenta que es el mismo niño que ha visto mi papá en la avenida y precisamente estamos sobre esa avenida.
- ¿Cuánto dinero tienes? (Dice un amigo que no tiene la voz muy varonil que digamos)
- Cuánto dinero tienes. (Repite el niño arremedando a mi amigo con tono burlón) Oye, ¿tú no deberías tener la voz como hombre? ¡Se te oye de niño! (se ríe a carcajadas burlándose).
Todos reímos brevemente y después reanudo la conversación.
- ¿Cuánto dinero tienes ahí?
- once pesos.
- Así que sabes que te falta dinero pero no sabes cuánto.
- No, no sé. (y se rasca la cabeza con algo de frustración).
Veo que le estoy causando conflicto al hacerlo pensar así que mejor así lo dejo, me sonrío, saco tres pesos y se los doy.
Mis amigos sacan dinero y le compra una paleta más cada quien. Mi amigo le despide diciendo:
- Vete con mucho cuidado, no te arriesgues en la avenida.
- Sí. Gracias, ¡adiós!
Lo observo retirarse y cruzar la avenida corriendo entre los carros. Se queda en medio, en el camellón.
Me doy cuenta que es un niño normal como cualquier otro. Juguetón, burlón, simple, platicador. Y entonces me pregunto quién lo tendrá ahí día y noche pidiendo dinero sólo sobre la avenida corriendo entre los carros. ¡Porqué ni siquiera sabe pedir! ¿Será que realmente está por necesidad, voluntariamente para ayudar a su familia? Y si tiene una familia, ¿dónde está? ¿Su hermana realmente necesitará una operación? ¿Tendrá una hermana siquiera?
Me quedé con muchas dudas, muchas preguntas, que tal vez nunca llegue a saber. No lo he vuelto a ver en la avenida desde entonces, pero pienso en él. En su rostro de inocencia, su sonrisa y su simpleza de niño. Espero se encuentre bien.

martes, 7 de septiembre de 2010

Atrapados en el Huracán Alex

Día 1


Son las 10am, me levanto y ha llovido toda la noche. Las calles comienzan a bloquearse y en las noticias anuncian que el huracán Alex nos está pegando y que tomen todas las precauciones. Se suspenden clases y trabajo. -Nadie salga de su casa-. Yo me meto a bañar y estoy lista para ir a mi trabajo que está a sólo 10min. Sólo iría de 12pm a 5pm y nunca imaginé que terminaría quedándome todo el día.


Para el mediodía ya muchas calles estaban bloqueadas. Nos anunciaron que ya nadie podía salir de sus casas ni del trabajo (cada vez se ponía peor). Nos dijeron que nos hospedarían en un hotel y después de las 5pm cada hora se estarían llevando grupos de personas.


Durante el día sólo comimos pan, lonches y papitas. Viendo las noticias y hablando con nuestra familia. Muchos ya no tenían luz, agua ni gas.


Me quedé haciendo tiempo extra hasta las 12am que cerramos, y durante ese tiempo vimos por la televisión como se comenzaban a inundar las casas. Como las calles y banquetas se convertían en ríos; los ríos se desbordaban y se convertían en mares, y la corriente se llevaba árboles, carros, y todo lo que encontraba a su paso. Muchas calles quedaron destruidas por completo, Avenidas cayéndose a pedazos. Como locales y puentes desaparecieron, otros se incendiaron; búfalos se escaparon de La Pastora, personas en los techos de sus casas. Rescate de personas que se quedaron a la mitad del camino.


Fui el último grupo del día que llevaron al hotel. Ya no cupimos en el que estaban todos que era el Winham y nos llevaron al Novotel. Donde para nuestra sorpresa no había luz en los cuartos por lo cual no había clima y con las ventanas cerradas el calor era sofocante. Todos estuvimos en la recepción hasta que nos dio sueño y subimos a dormir.


Día 2


Nuevo León ha sido declarado zona de desastre.


Son las 9am ha dejado de llover. Las calles y el tráfico parecen normales desde la ventana del cuarto de hotel. No nos pudimos bañar a falta de luz y decidimos irnos así a trabajar de nuevo.


Al tomar el taxi vemos que las avenidas están saturadas, el tráfico a vuelta de rueda y calles bloqueadas por pedazos de concreto y piedras que bajaron de los cerros.


Logramos llegar a tiempo. ¿Nuestro desayuno? más pan, lonches y jugos.


Por fin termina mi turno a las 2pm y salgo a ver la realidad. Cruzo la avenida caminando y entierro mis pies en el lodo. Veo a mi papá esperándome del otro lado y pienso -Al fin volveré a casa y veré a mi familia-. Subimos al carro y me lleva por un pequeño tour a ver los alrededores de nuestra colonia.


Una privada tenía su entrada y salida bloqueada de grandes piedras a cantidades inimaginables, los residentes intentaban quitarlas. Parecía que alguien las había puesto adrede ahí para que nadie saliera ni entrara.


Otra colonia estaba llena de lodo, piedras y ramas. Y todos los vecinos trabajaban arduamente, hombres, mujeres, adolescentes e incluso algunos niños estaba ahí ayudando llenos de lodo, con palas y manos, para limpiar las calles.


Mi colonia tiene muchos parques, pues todos estaban tupidos de lodo, ya no se veía el césped. La gente con palas sacaba el lodo de sus cocheras.


Llego a mi cuadra y está limpia y seca. Parece que ahí no pasó nada. Mi casa está intacta y tengo todos los servicios. Está toda la familia ahí y hasta un amigo de mi tío y una prima de mi abuelo. Parecía fiesta con tanta gente comiendo en dos mesas. Yo inmediatamente me metí a bañar y comí, al fin comida de casa. Me dormí y cuando desperté ya no teníamos agua.


Hablé con todas las personas que pude para saber cómo estaban en otras colonias y municipios. La mayoría está muy afectada y aunque ya se haya bajado el agua no hay acceso a casi ningún lugar. Muchos siguen sin tener servicios y están a la espera de que abran calles y reparen tuberías y cables. Algunos perdieron sus muebles, coches, puertas y rejas de sus cocheras.


La mayoría dice que estuvo peor que el huracán Gilberto, yo no lo sé, nací un año después. Pero si es así, ya pasamos a la historia.

viernes, 3 de septiembre de 2010

LA HISTORIA DE UN ESTUDIANTE FORÁNEO…



Gracias a los duros y difíciles acontecimientos que a través de los años ha tenido que vivir Gustavo, o “tavo” como le dicen sus amigos y familiares, ha llegado hasta Monterrey para estudiar en la Facultad de Ciencias Políticas de la UANL.


Nacido en Cancún, Quintana Roo un 4 de diciembre de 1989, crece en una familia integrada por sus papás Juan y Rebeca, y su hermano mayor Abraham quienes son de Tabasco.


Llevó una infancia tranquila y normal como cualquier otro niño. A excepción de vivir en carne propia los desastres del huracán Vilma, pero esa es otra historia. Hasta que llegó un momento crucial en su vida.


“A los 14 años tuve que tomar la decisión más difícil. Ese día estaba con mi hermano en la sala y entraron mis papás para decirnos que se separarían y teníamos que decidir con quién nos iríamos a vivir. Obviamente mi hermano se fue con mi papá, yo en cambio me fui con la mujer que es considerada en la familia como una rebelde, mi madre.”


Así pasaron los años cuando el destino volvió a cambiar rotundamente las cosas para tavo, cuando tenía 17 años.


Tenía un amigo que estaba metido en problemas con una banda del rumbo y siempre tenían que buscar otro camino de la escuela a la casa para evitarlos. Él como buen amigo y por no dejarlo sólo, lo acompañó a enfrentarles pues estaban cansados de huir.


Fue pateado y golpeado con un bate en las costillas y el estómago, le golpearon la cara también. A su amigo lo habían dejado peor. Aún así ambos sobrevivieron.


Él sólo recuerda haberse puesto de pie y subirse a un camión para irse a casa. Llegó y se metió a bañar y vio una considerable cantidad de sangre escurrir por su cuerpo. Sentía un dolor intenso en todo su organismo, le palpitaba la cabeza y apenas podía ver. Tenía la cara demasiado hinchada y grandes moretones en todo el cuerpo.


Se encerró en su cuarto, no quería que su mamá se enterara, pero su hermano le hiso abrir la puerta y ambos entraron. Al verlo inmediatamente le dijeron que tenían que llevarlo al hospital, pero él renegaba. Hasta que de pronto sintió que perdía el aire y al no poder respirar más, apenas pudo decir: “Abraham, llama a una ambulancia”.


“No huí cuando debí hacerlo y pagué muy caro mi decisión. Estuve unas semanas en el hospital y me había mencionado el doctor que estuve a punto de morir.”


Así este hecho le hace ver la vida como algo valioso y aprovechar cada día al máximo, como si fuera el último. No enojarse ni guardar rencor, siempre reír, hacer locuras, nunca perder la oportunidad de hacer o vivir algo nuevo.


“Cuando estuve en el hospital por las noches compartí con mi enfermera, que era una pasante de medicina, los primeros libros que leí. Los cuales luego se volvieron docenas, varios fueron nuestros preferidos, entre ellos los de Julio Verne.”


Entonces salió del hospital, pero aún así mantuvo contacto con ella. Fueron días, semanas y meses de lectura total desde entonces. No salía de casa, ni salía con amigos ni a fiestas. Dejó de estar interesado en ello.


Y vuelve entonces a ocurrir un suceso que marca de manera trascendente su vida.


“Un día llegando de la escuela encontré una carta bajo mi puerta. La comencé a leer y era una despedida.”


La enfermera, quien se había convertido en su mejor amiga y con quien hablaba diario por teléfono, con quien compartía gustos por los libros y quien le adentró al mundo de la lectura, se había marchado a estudiar su maestría a Cuba. Y su única despedida fue una postal.


Había causado gran impacto en su vida y llegado a formar parte importante de ella. Se molestó demasiado, rompió la postal y se puso a pensar.


“Estuve mucho tiempo pensando sobre lo que hacía de mi vida. Llegaba por las noches a la playa, después de dejar a mi mamá en el trabajo, el mar Caribe me ayudó a tomar mi decisión. Necesitaba salir de Cancún, comenzar a conocer, y ya me sentía mentalmente preparado. Al día siguiente renuncié al trabajo y me salí de la prepa. La decisión fue la correcta.”


Dejó su casa y se fue a vivir a Tabasco con unos familiares, y de ahí fue partida a sus viajes. Conoce la mayor parte del sur y centro de México y ahora espera conocer más del norte.


Él no quería quedarse en Cancún, así que no pretendía presentar ahí, pero unos amigos lo convencieron y fue a presentar para la carrera de Administración de Empresas. Fue también con otros amigos a la UNAM que le pareció una excelente Universidad pero creyó que sería imposible entrar ahí así que ni lo intentó y regresó a Cancún. Su mamá le dijo que tenía la opción de Monterrey donde habían estudiado unos primos y sabían que era buena Universidad, uno de ellos vivía allá así que podría recibirlo. Así que fue a presentar a Monterrey.


Era un día en la mañana cuando vio sus resultados en internet. Ese día, visitó a su padre en el trabajo y le dijo que había sido aceptado en Monterrey. “Él me abrazó y se puso a llorar y me dijo que siempre supo que nunca me quedaría ahí y me dijo que lo perdonara porque yo fui mi propio papá y cuidé de mi mamá como él no pudo.”


Entonces fue a ver a su madre. “Fui primero con mi papá porque cuando pasó yo andaba con mi hermano y él me dijo que le avisara primero a él”. Así llega con su mamá y le dice que se irá. Ella se portó de manera más fuerte que su papá, puesto que a ella le fue más difícil dejarlo ir.


“Ya era de noche. Me metí a bañar y me puse a llorar, tenía años que no soltaba ninguna lágrima. Lo hice ahí porque cuando estaba chico yo me metía a llorar al baño para que no me viera mi mamá, porque no quería que se sintiera mal.”


Preparó junto a su madre las maletas y a pesar de que él deseaba regresar, ella le decía que no volvería, y si lo hacía no lo reconocería. Llegó entonces el papá a la casa con el boleto en la mano. “Yo le había pedido que comprara el boleto para el día siguiente en la mañana lo más temprano para que no fuera tan difícil para mi mamá.”


Ya en el camino hacia al aeropuerto venían en el carro su mamá, su papá, su hermano, una amiga y su mejor amigo. Su mamá no habló en todo el camino y tavo estaba seguro de que algo quería decirle pero no sabía cómo o no podía.


Entró a la sala de espera, su mamá se acercó por fin y lloró mucho. Igual hicieron su hermano y sus amigos. “Yo no encontraba la razón de tanta lágrima pero me he dado cuenta como pueden ser duras esas despedidas.”


Subió al avión y pensó que a diferencia de otras ocasiones donde se iba y regresaba en un par de meses, esta vez no habría vuelta atrás. Así emprendió viaje una vez más, ahora más lejos de lo que él esperaba. Era un gran reto.


Llegó al aeropuerto, le habló su primo y le dijo que ya estaba en camino. “Cuando llegué era tarde-noche todo era rápido. En lo que llegaban por mí, me senté en la entrada del aeropuerto sobre mis maletas cuando vi una tiendita donde vendían postales, compro una y me puse a escribir. Me imaginé que venía a estudiar y me regresaba, luego me iría al DF a estudiar una maestría.


Cuando llegó a Monterrey era 15 de diciembre de 2005. Compró una postal con la fotografía del Cerro de la Silla y escribió en ella lo siguiente:


“No sé si haber venido fuera la decisión correcta, siento como si el lugar me estuviera corriendo, no estoy frustrado ni desilusionado, pero sólo han pasado unos días y ya la extraño. Y como siempre, cuando llegué al aeropuerto estaba lloviendo, de lo peor. La gente es diferente ¡o tal vez lo seré yo! No estoy hecho para darme la vuelta e irme, así que me quedaré aquí, le guste al destino o no.”


Ahora me encuentro con él en su departamento. El lugar es pequeño, tiene tres cuartos, dos baños; un pequeño espacio frente a la entrada para el sillón, una mesa, el fregadero y la estufa. Viven en él 5 foráneos. Dos estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y otros tres de Facultad de Ciencias Políticas. Tres de ellos son de Coahuila, uno de Michoacán y tavo de Quintana Roo. Quien me muestra fotografías de sus viajes, postales de los lugares donde ha estado y cartas de su madre que añora su hijo vuelva pronto a casa.


Tavo comenta que para él no es tan fácil volver a su casa como a sus amigos de Coahuila que están cerca y no pagan más de 1,000 pesos de viaje redondo. Él tiene que pagar avión y son aproximadamente 10,000 vuelvo redondo. Así que tiene que permanecer aquí todo el año y hacer un esfuerzo por regresar a casa para Navidad.


Actualmente tavo está a punto de terminar su tercer semestre, tiene muchos amigos y es un gran líder entre sus compañeros. Espera cumplir sus metas, y volver pronto a casa.